Con esta tercera película, Dutch Marich sigue asustándonos repitiendo su imparable fórmula (si eres sensible a ella): maquiavélica meticulosidad en la escritura, diseño visual reflexivo y coherente, y una impresionante economía de medios que da lugar al terror de la expectación. A medida que un nuevo personaje se dispone a investigar las extrañas desapariciones de las dos primeras entregas, algunas de las revelaciones son escalofriantes, pero el misterio general parece espesarse aún más. Parece, pues, que aún no hemos terminado de resolver los morbosos enigmas de estos inmensos desiertos americanos, donde los rincones más oscuros albergan un mal insondable, imparable...