Es una pequeña película asquerosa, tal como nos gusta, con olor a explotación fermentada y el placer de ver a Joe Spinell en uno de sus últimos papeles. Interpreta a un enterrador con ligeras tendencias asesinas y necrófilas, con toda la flema viciosa que conocemos. Un bis desagradable, malsano y rezumante que no hay que perderse, ofrecido aquí en una versión sin cortes y restaurada gracias a Vinegar Syndrome.